
Sin embargo, los niños fuertes son aquellos a quienes les permitimos, precisamente, ser vulnerables y en el proceso de guiarlos por sus diferentes emociones, ser nosotros mismos conscientes, amorosos, pacientes, todas cualidades que erróneamente se asocian con suavidad. Los niños sanos y fuertes emocionalmente son producto de la disciplina positiva.
La disciplina positiva es aquella que no usa el miedo, ni el castigo, ni los golpes para corregir una conducta y promueve en lugar de reaccionar ante algo que hacen los niños, responder a ellos. Es una práctica que nos invita a conectar desde la intención consciente de tomar los momentos de tensión entre los niños y sus padres, como una oportunidad para crear nuevas conexiones en el cerebro de los niños y enseñar un valor para toda la vida. Basta volver al origen de la palabra disciplina, del latín “discipulus” y recordar que significa imponer un orden necesario para poder llevar a cabo un aprendizaje.
En contraste, la disciplina que se vale de las amenazas y el castigo no enseña, solo logra resultados inmediatos. Además, rompe el puente de afecto entre padres e hijos: separa en lugar de unir. Pero su uso se ha normalizado de alguna manera y es quizás por esto que muchos papás y mamás caen en la trampa de pensar que están haciendo un buen trabajo.
¿Cómo disciplinás a tus hijos?
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