Todas las mamás expresan ansiedad, tarde o temprano, para que sus peques caminen. A veces es como si se tratara de una competencia: saber qué bebé empezó antes es para la mamá del susodicho una pequeña victoria que agitar en el grupo de mamis o en la sala de espera del pediatra.
Gran error si ponemos en nuestro bebé todas las expectativas de nuestro “éxito” a través de ellos de este modo. No soy neuróloga, ni pediatra, ni mucho menos: sé de competencias, competir y superarme a mí misma tanto como a otra persona, y sé también que eso implica una carga emocional para mí, y para el “contrario”. Como mamás, ¿está bien que depositemos esa carga, esa expectativa, en los bebés? Yo creo que no, e intuyo que la perciben sobre sí más de lo que creemos.
¿Qué es lo que sí podemos hacer? Darles una mano para caminar! Esto, sí es fundamental. Lo hacemos de varias maneras. En primer lugar, ayudando a todos los intentos de erguirse. A veces los podemos sostener, pero intentemos no forzarlos para que se sostengan, si vemos que no pueden. En segundo lugar, ayudémoslos poniendo algunos objetos estables de corta estatura para que sirvan de apoyo (sillitas, juguetes, andadores, cajas… todo sirve). Finalmente, y esto con mucho cuidado: ayudar a que los bebés comiencen a jugar con cajones. Son barandas naturales y los van a ayudar a mantener el precario equilibrio de los primeros pasos.
Así que ya saben: ayudemos a nuestros bebés a caminar, pero no hagamos de este aprendizaje algo “nuestro”. No pongamos más presión de la que necesitan. Para todos los bebés es un proceso, un aprendizaje. Todo va a ir bien. Démosles el tiempo para que anden por su cuenta…
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