Mamás y papás que conversan conmigo antes o después de las clases me dejan entrever lo importante que fue para ellos que sus bebés pasaran alguna etapa de su desarrollo más rápido que otros. Suele ser una competencia sin mayor trascendencia el que los bebés, por ejemplo, hayan aprendido a caminar sin haber gateado mucho antes. Sin ir más lejos, mi mamá contaba esto de mí a los padres de mis compañeritos de escuela cuando era chica como si fuera el logro más grande. Y me gustaba. Pero ahora, de grande, reconozco los matices.
¿Sabías que es muy importante que el bebé gatee antes de aprender a caminar? Las razones son varias:
• Se fortalecen con el gateo los bracitos y las caderas, contribuyendo a que los músculos se tonifiquen en las áreas relevantes para el posterior andar;
• Contribuye al desarrollo de una visión más “periférica” y completa;
• Facilita la coordinación de los dos hemisferios cerebrales;
• El gateo potencia el sentido del tacto al maximizar las superficies que están en contacto con el suelo, mejorando el conocimiento del mundo que el bebé tiene antes de largarse solo a andar;
• Va iniciándolo en el conocimiento “tridimensional” y “espacial” del mundo que lo rodea.
Lo que hemos dicho tiene una metáfora sencilla: una cosa es sorber y degustar, y otra cosa muy distinta es tragar y atragantarse. Y así como hay que aprender primero a sumar y restar para luego saber multiplicar y dividir (ya que la multiplicación es una exacerbación de la suma y la división el incremento de sucesivas restas), en un proceso tan delicado como el crecimiento y el desarrollo es siempre importante respetar las etapas que tocan, en el orden que el cuerpo lo pide.
Y ustedes, ¿se acuerdan cuando aprendieron a caminar?
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